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No es un sueño. Las moscas cubren el cuerpo desnudo de Electra, la carcomen como una peste por el asesinato de nuestra madre, la reina Clitemnestra. Mientras yo enfrento a los súbditos que exigen mi muerte: ¡A muerte! ¡A muerte! ¡Lapidadlo! ¡Descuartizadlo! ¡A muerte!* En este momento les revelo mi identidad: "Yo soy Orestes, el hijo de Agamenón y este es el día de mi coronación". Todos callan. El silencio es profundo, carcome las entrañas. Sé que recuerdan que hace quince años otro asesino tomó posesión del reino, un tirano. Yo también doy miedo. ¿Cuál es la diferencia esta vez? Que él no aceptó su crimen, llevaba guantes rojos hasta los codos, guantes de sangre, y ustedes no tuvieron miedo de él porque leyeron en sus ojos que era de los suyos y que no tenía el valor de sus actos y se convirtió en un crimen de nadie, casi un accidente. Y este crimen que he cometido, Argos, ¡lo asumo!, ustedes no podrán ni castigarme ni querellarse contra mí; y les doy miedo por eso. Porque asumo la responsabilidad, porque he matado por ustedes. No teman ya nunca a sus muertos; son mis muertos. Y mirad: vuestras fieles moscas os han abandonado por mí. No teman, no reinaré. ¡Mirad! ¡Mirad las moscas! Como el flautista, me voy.

 

*Todas las citas en cursiva pertenecen a Las moscas (1943) de Jean Paul Sartre.

GUANTES DE SANGRE

Minificción

Poesía

LA ESCRITURA VIOLENTA

[Recuerdo...]
                              Lo mejor será escribir los acontecimientos cotidianamente.
Veo entre brumas la orilla del mar, y ahí, el guijarro.
                             Sí. ¡Qué desagradable era!*
La repugnancia dulzona procedía de ahí dentro, estoy seguro.
                             Una especie de náusea en las manos.

 

[Ahora…]
                             Me da la náusea, me dejo caer, todo da vueltas.
¡No sé en dónde estoy!
                           Giran lentamente los colores a mi alrededor; tengo ganas de vomitar.

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[Cae la noche…]
                               No me atrevo a tomar una decisión.
Escribiré una novela, yo, Antoine Roquentin.
                                Existiré, sentiré que existo.
Un día, el libro estará escrito.

 

[Aceptación…]
                              A través del libro recordaré mi vida sin repugnancia.
Entonces me diré:

                              fue aquel día, aquella hora cuando comenzó todo.
Y llegaré –en el pasado, sólo en el pasado- a aceptarme.
                            Se iluminan dos ventanas. Mañana lloverá.
Lo mejor será escribir los acontecimientos cotidianamente.


*Todas las citas en cursiva pertenecen a La náusea (1938) de Jean Paul Sartre

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